__ Está bien, yo te guiaré hasta los candados, ya que soy la única que sabe donde están.__ Mintió Zarial.
Avellana y Vanity bajaron la cabeza, plegaron las alas y se dispusieron a caminar con los otros, conducidos por Zarial a quien acompañaba el mago.
__ Si haces algún truco…__ amenazó.
__ No puedo hacerlo, contigo no resultarían.__ Contestó ella.
__Sé que ganas no te faltan.
__Puedes apostarlo y no perderás.
Zarial guió el pequeño contingente por laberintos boscosos, donde silencio y espeluznantes sonidos se intercalaban en trágica procesión. Siguió ansiosa cada ruido y volviendo los ojos a uno y otro lado de los lúgubres paisajes, trató de mantener una digna calma que no sentía en absoluto; escudriñó en los ojos de las hadas y las niñas averiguando si su nerviosismo estaba descubierto. Zarial siempre demostraba ser tan fuerte como el más rígido de los metales, sin embargo, en su interior no era más que una simple mujer preocupada en extremo por el bienestar de Amarilis y su gente.
Al cabo de un rato el mago se quejó de que ya conocía esos lugares y que de haber existido candados por allí les habría visto.
Suponía, según el material de las llaves, que los candados tendrían que estar confeccionados en una única matriz, así que debían resplandecer donde estuvieran. Propiedad que difícilmente les ocultaría como para ser buscados durante siglos y no hallarse. Tal vez__se preguntaba__ estuvieran uniendo pesadas cadenas en el fondo del mar en algún punto, flanqueados por cristales de poder confeccionados por Cuarzo el Blanco, con el fin de permanecer ocultos a sus ojos.
__ Aún falta.__ Dijo Zarial y continuó.
__ No puedo gastar el mismo tiempo que ustedes, dime dónde debemos llegar y llegaremos de inmediato.
__ ¡Cerca del precipicio!__Dijo enérgicamente Zarial.
Azabache el Negro agitó sus manos, miró hacia las alturas y convocó un transporte compuesto por varias casillas a modo de carruajes pegados y que era tirado sólo por dos caballos en el primer carrito. Dentro del transporte que marchó a gran velocidad desde que despegara del suelo los niños sintieron el fuerte vaivén de aquel raro vehículo que ya subía la cuesta como la descendía… Sacudiéndolos y provocándoles vértigo.
Hasta que atravesaron el mismo fantasmagórico cementerio en ruinas que habían sobrevolado montados en los murciélagos y el pedregoso lecho de Río Morado cuyas aguas siempre estaban oscuras y cuando estuvieron muy cerca del precipicio el vehículo frenó de golpe, inclinando a todos hacia delante con estrépito. Luego que hubieron descendido desapareció como si jamás hubiera existido.
Cuervo les seguía con las llaves en el pico y cuando Zarial dio la orden de alto descendió sobre el hombro del mago Azabache.
__ ¿Dónde están?
__ Ay, mi querido, elemental detalle, están a la entrada de la prisión, ¿no es este precipicio la entrada a los predios que circundan la prisión?__ Zarial pronunció con tono diplomático la pregunta y por un solo segundo Azabache se sintió estúpido, de haber estado tan cerca los candados realmente hubiera sido un tonto en no percatarse de ello. La alcaldesa miró a Tractor y le guiñó un ojo con disimulo.
__ ¡Ve por ellos!__ gritó el marinero y le dio un soberbio empujón. El mago trastabilló y se perdió en la negrura del abismo donde el Morado se tornaba una bestia rugiente.
__ ¡Ojalá resulte!__ exclamó Anaís asomándose al borde del abismo.
__ Tal vez, princesa, tal vez… Pero… ¡sal de ahí, muchachita!__Pidió la alcaldesa pensando que la niña vivía atraída por el peligro, un mal sin cura.
Transcurridos unos instantes oyeron maldiciones y pudieron observar como ascendía traído por Cuervo. Venía furioso tratándolos de traidores, faltos de palabra y sujetos inhábiles para negociar.
El hada Avellana extendió su varita y cubrió la entrada del precipicio por donde ya asomaba el negro bonete de Hechicero Negro con una sólida capa de cristal. Luego se tocó la frente, cerró los ojos, la cabeza se inclinó contra el pecho y la maraña de blancos cabellos colgó tapando las rodillas, que flaquearon. Tractor tomó al hada desmayada entre sus brazos y la recostó suavemente sobre la hierba.
__ Era lo que nos faltaba.__ Se quejó Franco y disparó rayos y más rayos hacia el mago para petrificarlo pero nada daba resultado.
El mago, se paró sobre Cuervo, extendió la palma de su mano izquierda y tocó con furia el vidrio, una y otra vez, disparando energía para quebrarlo, cada toque resonaba como si una roca gigante cayera en el cristal… ¡hasta atravesarlo! Miles de pequeñísimos trozos de cristal se desparramaron soltando crujientes quejidos.
__ ¿Creen que ha sido gracioso? Han faltado a un pacto.
__ Tú también.
__ ¿Yo? ¿Acaso no les devolví el niño?
__ ¡Les devolvió una rata inmunda!__ Gritó Franco.
__ Las cosas son lo que son sus esencias, no lo que vemos, muchacho.
Franco no entendió nada, lo único que sabía es que a él no lo había devuelto, ¿o el mago quería decir que él era una rata? ¡Sí que era terrible!
__ ¡Conocerán de lo que soy capaz! Quedaré prisionero si luego de todas las salas de tortura que estrenaré con vosotros aún no confiesan dónde están los candados para que sea liberado. Pagarán, se los aseguro.
Hechicero Negro llamó a Araña Negra y le ordenó que tejiera una gran tela, luego les envolvió a todos en ella y la araña tiró de la bolsa de pegajosa red.
Los ocupantes dieron tumbos y se golpearon con estrépito dándose de lleno contra el suelo…
Y de pronto, en el cielo una enorme y brillante luz les encegueció, los relámpagos se corrieron a ambos lados del cielo como los paños de una cortina ante el paso del viento.
__ ¡Oh, diablos! ¿Qué es eso?__ refunfuñó Azabache y se restregó los ojos.
Un vehículo de metales resplandecientes se mantenía inmóvil sobre ellos. También Vanity y Zarial se preguntaban qué sería aquello, pero en lugar de asustarse se maravillaron pues a las hadas todo lo que venía del cielo les fascinaba, y más en este caso, dada la magnitud de la luminosidad que dispersaba a su alrededor.
__ No lo tira ningún animal. Realmente es mágico.__ Dijeron y quedaron absortas contemplándolo.
Se abrió la pared del vehículo y se descolgó una escalerilla de cristal por la que descendió un anciano, de largas y níveas barbas, ojos del color de la bruma traslucían los delgados anteojos, una túnica de color blanco le cubría hasta los pies y dos palomas, una sobre cada hombro, aleteaban suavemente
Traía un enorme gorro en pico también blanco con lunas y estrellas fulgurantes que no cesaban de encenderse y titilar. En sus manos sostenía su cayado de poder: una larga vara rematada en un cristal que emitía luces en todas direcciones.
__ ¡Cuarzo! ¡Es Cuarzo!__ gritaron los de la bolsa de telaraña.
__ ¡Maldito! ¿Qué haces aquí?
__ ¡Oh, qué modo de recibir!__ se quejó el recién llegado y continuó descendiendo con la ayuda de su pálido bastón. Hablaba en tono suave y melodioso.__ Ya me decía yo, tanta paz habría de acabarse en algún momento. Los magos ya no podemos descansar tranquilos…
Con un gesto normal, como quitándose algo de encima, Cuarzo simplemente sacudió una mano y la tela de araña se hizo añicos, Araña Negra huyó agarrándose la cabeza con las patas delanteras, Cuervo soltó las llaves instintivamente ante la sorpresa, cayendo al precipicio y Azabache de un manotazo en castigo también arrojó al abismo a Cuervo.
__ Con llaves o sin llaves jamás saldrás de aquí. Los candados no se abrirán por Nunca Jamás.
__ ¡Eso lo veremos! Daré muerte eterna a esa estúpida Hada Madrina si no me liberas.
__ No chantajees, el chantaje es para los desahuciados, magistral mago, cuando se chantajea es porque autoridad, poder y acción continúan en otras manos. Hagas lo que hagas eres un confinado para Todos los Tiempos. Pero no lo has comprendido y aquí estás. He venido a solucionar este problema que, me tiene sin dormir… No veía la hora de que mi nave estuviera lista.
__ ¿Nave?__ preguntaron los niños.
__ ¡Sí, criaturas, nave! Vivo muy lejos.__ Señaló el cielo__ Pero ya habrá de estas en vuestros reinos, o al menos, en su hogar terrestre. Faltan algunos siglos, pero las habrá, no duden.
Mientras Cuarzo hablaba, Azabache llamó a los Poderes Oscuros y convocó al fuego, lenguas encendidas se estiraron por doquier alcanzando la nave y a los presentes.
__ ¡Dije que tú te quedas prisionero!, y así como llamas al fuego, Poderes de la Luz ¡dadme el agua! –Cuarzo el Blanco elevó uno de los brazos, el cayado se encendió y trajo al agua.
Un torrente se formó a los pies de Cuarzo, palpitante de espumas y rebosante de misteriosas fuerzas arrastró a Azabache el Negro hacia el abismo. Los estruendos fueron apagándose y el agua se detuvo.
Infinidad de alimañas se elevaban desde el corazón del abrupto infierno hasta rozar la superficie, en ella cobraban vaporosas consistencias grisáceas para luego esfumarse en todas direcciones.
El nivel del agua fue descendiendo hasta que apenas se apreciaron lejanas espirales, aún humeantes.
__ Así como siempre la luz apagará las tinieblas, el agua consumirá al fuego. Oh… __ el mago reparó en la expresión de los más pequeños__, no teman, son todas las alimañas que Azabache llevaba en su alma.
__ ¡Y que seguramente creó en su infernal laboratorio!__Exclamó Zarial. __ Sus Manuscritos Oscuros siguen ocultos y Nunca Jamás deberán ser leídos por mortal alguno.
__ Y las criaturas que creó Azabache y que escapen a su muerte deben quedar por Siempre Jamás en Rayos y Truenos. Lo juro.__La mirada de Cuarzo se llenó de niebla al decir aquello, sabía que la humanidad corría grave peligro de hacerse públicos en Tierra los experimentos de Azabache y sabía también que muchos de esos experimentos significarían para algunos hombres del futuro avances científicos y progreso, aunque condenaran a la humanidad hacia una dolorosa falta de ética.
Anaís se asomó al abismo y preguntó si Azabache no regresaría y obtuvo un buen reto de Zarial por continuar husmeando en cosas de grandes.
Cuarzo el Blanco se acercó a Avellana y le tocó los ojos, el Hada Madrina los abrió y sonrió de modo angelical.
__ Estoy soñando…
__ No, hada bonita, soy yo.
__ Mi señor.
__ No digas eso, te lo he dicho un montón de veces, no soy un señor, soy vuestro amigo. Y también de ustedes.__ Señaló a los niños. Luego caminó hacia Anaís.__ Y usted, jovencita, deberá tener más cuidado y ser una niña obediente. Lo que dicen sus mayores es por su bien y el de su pueblo. Tiene que entenderlo. Su futuro se ha escrito.
__ Ya pueden regresar sanos y salvos. Los trasladaré de inmediato a la costa donde les espera mi querido Alas de Plata.
__ ¿Cómo? ¿Te vas?
__ Debo irme. Estoy cansado.
__ Pero… ¿no nos dirás dónde están esos candados?
__ Acaso, ¿no han desaparecido las llaves también?
__ No es excusa, justamente, pueden caer en otras manos…
El mago comenzó a reír y reír sin parar. Todos miraron en derredor y no advertían lo gracioso.
__ ¿De qué te ríes?__ preguntó Zarial.
__ Ah, ¡siempre tan crédulos! En fin… debo reconocer que se debe a que carecen de maldad… ¡Nunca Jamás han existido esos candados!
__ ¿Cómo?__ el mago movió la cabeza negativamente, y Zarial estaba preocupándose.
__ ¡Nunca Jamás!
__ ¿Y las llaves?
__ A ver… A ver… impacientes damiselas… ¡eran parte del truco!
__ No comprendo.__ Se quejó Avellana.
__ No existieron los candados. Existe la isla como ven, pero no es una prisión. Deberán aprender mucho aún... No basta con la magia. El mal se aísla a sí mismo. Basta que comprenda hasta dónde llega y eso sucede cuando aparece el bien. Y eso es lo que sucedió.¿Comprenden? Si el bien no da paso al mal, este no podrá avanzar. Sean buenos, siempre buenos y el mal apenas los rozará. Deben tener bueno el corazón, cada día, cada noche, y vuestras vidas serán una continua sonrisa.
__ Así que diremos “mal no debes pasar por aquí, quédate ahí” y bastará…__ preguntó Franco.__ Realmente podemos hacerlo todo.
__ Pero el mundo no gira a tu alrededor, muchacho.
__ ¿Cómo?
__ Ah, eso ya lo sabrán. Tiempo al Tiempo. En cuanto a lo otro, así es, no tengas dudas, el mal adelanta si tú lo dejas. Al hechicero de Líbor se le dijo que se le traería a una cárcel de máxima seguridad donde los rayos y truenos custodiarían siempre la entrada y que la isla estaba cercada por una cadena invisible cuyos candados estaban enterrados en la misma isla, y cuyas llaves sólo Avellana sabía donde estaban. El brujo se sintió encarcelado mentalmente, y ya ven, nunca salió. Porque el mal es ceguera continua. Jovencitos, deben saber, que no existe un solo truco de magia que no pueda derribar la palabra exacta y un alma buena.
Todos permanecieron en silencio pensando… Cuarzo se quejó en voz baja de sus articulaciones y se dirigió a la escalerilla.
__ Ah, Zarial, no le inculques a tus muchachos el temor a la hechicería, ¡que no la tengan en cuenta!, pensar en ella le da vida, la magia es construcción y cuando es maligna se convierte en hechicería… ¡Regresen a sus reinos y continúen resplandeciendo! En cuanto a ti, Avellana, repondré tu anillo, ya he enviado por los trozos y volverá a contener la información de los reinos y le incorporaré el Cristal Sagrado. Ese anillo no podrá quebrarse jamás. Ni perderse…
La señorita Zarial asintió y sonrió.
Avellana se sintió sumamente elogiada, ¡el Cristal Sagrado!, sería la primera Hada Madrina en llevarlo.
__ ¿Volverás?__ preguntó Avellana.
__ Estoy muy viejo, allá es más tranquilo, casi no existe la magia, paso desapercibido. Pero tal vez… Ya ven… Nunca se sabe qué ocurrirá donde viven Espíritus de la Naturaleza.
__ Allá… ¿no existe la naturaleza?
__ Existió, ahora, es… digamos, sintética. Pero hay cosas que no entenderán hasta que pase el tiempo, en cuanto a ti Vanity y a ti Avellana, las verán con sus ojos… Ah, hablando de naturaleza ¡capitán! dale mis saludos a Dama Verde.
Tractor le miró extrañado y esbozó una sonrisa.
__ ¿Y nosotros, Gran Mago, no las veremos?__ preguntaron los niños.
__ Ah… quise decir que ustedes las verán antes porque les invito a una excursión. Iré a buscarlos a Amarilis. ¿Está bien? Ahora ¡a la Bahía!
Los niños corearon y sonrieron. Mago Blanco subió a la “nave” y se perdió en el tormentoso cielo de la Isla de Truenos y Rayos que aplacaba su furia gradualmente mientras una fulgurante bruma comenzaba a bañar, sin prisas, las inclinadas laderas de la isla.
Avellana quedó pensando en aquello de que no existía la magia y Mago Blanco interrumpió sus pensamientos diciendo sin hacerse presente “es que cada ser humano esconde un mago dentro, el progreso los hará tomar conciencia del mismo que tal vez muchos conviertan en un hechicero”…
Vanity y Avellana sabían que a la muerte no podría haberle resultado tan fácil llevarse a Cuarzo, aunque alguna vez temieron que el mago hubiera acabado sus días explorando algún planeta lejano, sin embargo, le habían visto y les había salvado, Cuarzo seguía existiendo.
La expedición se encontró sorpresivamente en la playa de Rayos y Truenos merced a la magia del mago.
El Alas de Plata abandonó la escalofriante isla de Rayos y Truenos, cuyos cielos comenzaban a poblarse de pardos buitres de collares blancuzcos que aguardaban la hora de graznar, gruñir y silbar en los festines que prometía el nuevo día. Avellana envió a Amarilis y a Reino de Hadas una señal del próximo retorno.