Rápidamente Marimoña, que reemplazaba a Zarial, ordenó que las gentes se protegieran cuando los guardias comunicaron que las Brujas de Líbor estaban arribando a la ciudad.
Disponía del escaso tiempo que las brujas dispensaran para improvisar los refugios donde apilarían sus equipajes.
Se tapiaron puertas y ventanas, se encargó que nadie estuviese en la calle, en especial, los más pequeños. Marimoña comprendía sus límites, hombres para defender Amarilis los había muy pocos merced a las clasificaciones de zonas de Amarilis.
Las armas fueron confiscadas y apiladas en un túnel de Isla Abandonada y no existía ya la Orden de Caballeros de Amarilis que en las Guerras Primitivas se encontrara sólidamente organizada.
Los antiguos reyes consideraron que no sería necesario nada relacionado con combates, confiando en que ningún reino atacaría a otro sabiendo que desaparecerían ambos. Se conservaba la Guardia Real en su forma protocolar pero de nada servía ante un ataque.
En la ciudad residían niños, mujeres y empleados del palacio y la administración pública, la mayoría de los padres de familia lo hacía en los establecimientos campestres, talleres y las pequeñas fábricas fuera de la ciudad.
Apenas Amarilis contaba con viejas recetas de las hadas para ataques de emergencia. Marimoña supuso que las hechiceras seguramente habrían pulimentado los malignos oficios y mejorado sus técnicas con sortilegios más escalofriantes que los usados antaño.
También en Amarilis los niños especiales__ Dorados__ estaban debilitándose. El reino estaba sin Zarial, especialista para enfrentar emergencias, por lo que sería más fácil a las invasoras tomar la ciudad.
La señora Marimoña iba y venía tratando de hacer cuanto se le ocurría para que Amarilis evitase el sito de las hechiceras.
Tractor reforzaba la entrada de algunas viviendas y en las que disponían de sótanos, refugiaba a los niños y les proveía de víveres por si la situación se extendía más allá de los cálculos efectuados por el improvisado Comité de Emergencia encabezado por la señora Marimoña.
__Hombrecito…
__ ¡Centellas! ¡Dama Verde! ¿No te has instalado aún en los bosques?
__Lo haré ahora mismo, soy vulnerable a las brujas... No quiero irme sin pedirte que…
__ ¿Sí?__preguntó el capitán y encendió la pipa. Dama Verde comenzó a estornudar.__ ¡Rayos! ¿Qué tienen las damas con mi tabaco? La alcaldesa me tiene harto con sus rezongos sobre él, y tú no dices nada… ¡pero estornudas sin parar!
__No importa, es que tiene sustancias muy irritantes, ¡oh, mi robusto bucanero, ya lo aprenderás cuando pasen algunos años más! Prométeme que te cuidarás, pues ni los gigantes que has enfrentado, ni los tifones de altamar o la cólera de Sinanclas pueden compararse a las brujas. Y… si doblegan Amarilis habrá llegado nuestro fin.
__ ¡Tú eres un hada!
__También me lastimo, lloro, como y… ¡puedo morir!
__ ¡Caracoles! Es verdad, vete ya.
Dama Verde se escurrió entre el follaje y el apacible rostro se confundió del todo con las hojas de las enredaderas. El capitán continuó con su tarea sin dejar de pensar en las palabras que acababa de proferir la misteriosa hada.
El Comité de Emergencia distribuyó a la población “armas” para enfrentar a las Brujas de Líbor. Claro que cuando las brujas comenzaron a atacar pegaron carcajadas agarrándose la panza de tanta risa que les provocaban las tonterías con que eran recibidas.
Las brujas sobrevolaban Amarilis quemándolo todo, arrojaban paños encendidos dentro de viviendas y graneros, y los pobladores le disparaban semillas de zapallo con antiquísimos aparatos.
Bona gritó que sólo cuando la ciudad se rindiera abandonarían su labor. Marimoña sabía que la única forma de inmovilizarlas provenía de encantamientos pero sólo Zarial conocía de ellos.
Marimoña observó por las ventanas de la oficina cómo avanzaban las brujas y lanzó varias bombas de pimienta. Las brujas estornudaron mucho pero continuaron.
Grupos de niños ordenados pasaban de mano en mano extracto de ají picante y le daban en los rostros, algunas fueron derribadas con ello, y las brujas quedaban en el suelo tendidas rascándose sin parar, entonces. Venían los grandes, las tomaban de la nariz prendiéndoles viejas argollas a presión y tiraban de ellas hasta a un granero acondicionado para mantenerlas prisioneras hasta el retorno de Zarial.
Bruta, la bruja, asomaba por las ventanas ramos de calaveras, “¿queréis convertirte en esto, niñito?” preguntaba con espantosa voz y tomaba la casa, hasta que la reemplazaba otra colega.
Tractor con su espada partió en dos y dejó peladas a varias de las escobas que le atacaban dejando las brujas tumbadas en los adoquines.
Combatió mano a mano con Bona, que le tiró del cabello, rasguñándolo con sus terribles uñas y haciéndolo caer. Y teniendo derribado ante sí al largo hombre, se montó sobre él y le asestó decenas de pellizcones profiriendo agudos chillidos de triunfo. Por fin Tractor logró incorporarse y valiéndose de fuertes cachetazos dejó a Bona de bruces en el suelo.
Luego le ajustó la ajorca a la nariz y a puntapiés __ pues la bruja se rebelaba__ la abandonó como a un viejo saco en el granero.
El espectáculo era temible y por más que Tractor llevaba unas cuantas brujas en su haber en la Avenida Central el resto de la ciudad iba cayendo.
Al cabo de unas horas que jamás olvidarían los habitantes del reino de Anaís las brujas tomaron el control y sitiaron la bella ciudad de largas callejas embaldosadas por adoquines.
Se apostaron sobre los multicolores techos de las casas en los empinados barrios en compañía de sus gatos y sus lechuzas, coparon las oficinas y hospitales, custodiaron los hogares y se asombraron de que Zarial no diera señales de vida.
Vanity oyó la desgarrada voz de Marimoña a través de Paloma Mensajera y entró en estado de pánico, no podía enviar gente allí y la intermediaria válida era sólo Zarial, las reglas no podían quebrarse aún en caso de emergencias, Cuarzo el Blanco fue exigente en ello. Así se evitarían por Siempre Jamás falsos estados de pánico y alerta para que los poderes se usaran sin medir consecuencias.
El orden aún dentro del caos venía, según aclarara el Sabio Mago, de preservar el cumplimiento de las reglas.
Las brujas no sólo combatieron a su modo sino que recurrieron a sus archiconocidos encantamientos como en el caso de Tractor, al único que vieron capaz de lastimarlas para buena, por lo que Berta se paró delante de él, luego de que éste derribara a Bona, y comenzó a pronunciar una serie de palabras en un idioma desconocido.
Estas oraciones fueron ejecutando en Tractor una sucesión de cambios. Disminuyó su tamaño y perdió los contornos de la humana anatomía mientras una materia viscosa y brillante iba envolviéndole. Al unísono en su espalda una formación oscura y circular crecía. Cuando Berta hubo terminado sus diabólicas frases y la metamorfosis se completó, pues ¡acababa de volverlo caracol! lo tomó de un cuerno y lo mandó al fondo de un frasco.
El pobre caracol entraba y sacaba sus dos cuernos, desorientado, merodeaba en las paredes transparentes dejando una brillante estela. Tractor no podía acostumbrarse a su nueva vida, maldecía y rezongaba, estérilmente, pues nadie podía oírle.
En Líbor, Triquilín se acercó hasta el Castillo de la Niebla y pudo oír cómo Cuervo contaba a Pantapúas los resultados de la expedición de las brujas.
Pantapúas rió y rió con excesiva euforia, dio vueltas y saltó en la sala efectuando danzas rituales que saboreaban el triunfo anticipado teniendo como música las carcajadas de Penumbra que le acompañaba en el sentimiento. Era la única dama, de cuantas allí había, que profesaba sincero afecto por el monstruo escamoso y por Azabache, de quien había sido en sus años mozos, asistente personal y secretaria del laboratorio que abriera en Líbor el mago.
__ Está muy próxima la libertad de mi señor. –Anunció.
Triquilín al oír estas cosas partió de inmediato a la gruta donde le esperaban los niños y les contó las terribles novedades.
__ Todo ha sido mi culpa.__ Se lamentaba la princesa.__ Todo… Pero… cambiaré.
__ Princesa__ dijo Franco__ no te entristezcas, vamos a salir de aquí, lo verás.
El duendecillo prometió ayuda y venía madurando un plan que de dar resultados acabaría con las tristezas de los niños.
__ Se los contaré ahora mismo.
Los niños oyeron encantados el plan de Triquilín y prometieron llevarlo a Amarilis como recompensa, para que viviera allí, pedirían permiso a la señorita Zarial y contarían con un ser tan especial como aquel grácil duende. Líbor no era sitio para él, eso debería comprenderlo la alcaldesa.
Podría ser muy útil en caso de sequías, las que se sucedían seguido en Amarilis, y debían organizarse excursiones a Reino de Hadas por alimentos y cargas de tallos frescos. Excursiones que les eran muy costosas al reino de Amarilis, por tanto, sería bienvenida la presencia del duende.
__ ¿Por Siempre Jamás?
__ Sí Triquilín. ¡Por Siempre Jamás!
__ ¡Trato hecho no se deshace!__gritó Triquilín, extendió las delgadas y largas manos a los niños, estos las estrecharon con fuerza para sellar el trato, luego se rascó una de las puntiagudas orejas, se acomodó el sombrerito que caía a ambos lados de la cara y que no cubría las orejas, pensando en cuánto cambiaría su vida de obtener el preciado botín que los Dorados acababan de proponerle a cambio de sus servicios.
Piqui, Tiqui y Riqui ya habían aprendido los nombres de los chicos y los repetían una y otra vez. El duende les miró, las aves sabían que aquella mirada significaba que hicieran algo de silencio, y respetaran cuando estaban proponiéndose las condiciones de un trato. Pocas cosas tienen que quedar tan claras y sin dejar lugar a dudas como un trato.
__ Bien, amigo.__ Respondió Franco y recordó que otra persona también regresaría con ellos: Marcucho, el grandote que soñaba con ver mariposas y colibríes.
En Amarilis el nuevo día lloró lágrimas en una espesa llovizna que los nubarrones chorreaban indefinidamente, las brujas obligaban a las señoras a que les cocinaran lo que deseaban.
Cuando estas vomitaban y lloraban pues toda la cocina de las brujas estaba basada en animales que eran volcados vivos a las ollas y mucha sangre las brujas las obligaban a probar.
Berta, Bruta y Bona apetecían la sangre como el más delicioso de los sabores y la añadían en todas sus preparaciones dándoles igual si era de asno, seres humanos, perros, escuerzos o serpientes.
A los niños les pusieron a trabajar prendiendo de sus pies gruesas y pesadas cadenas para que no se separaran unos de los otros.
Debían juntar desperdicios de los basurales pues necesitaban muchas larvas de moscas y otras especies que habitan en la materia putrefacta.
Los pocos hombres que vivían allí fueron amarrados y encerrados, a estos las brujas les habían prendido en su mayoría mediante encantamientos y hechizos, por ello en las calles extraños animales se arrastraban por los adoquines, se prendían de las paredes o buscaban desesperadamente un charco donde cobijarse para mantenerse vivos en sus flamantes estados biológicos.
Las invasoras liberaron a las brujas del granero y curaron a las heridas mediante sus espeluznantes emplastes.
Lo que más dolía a las brujas era que aquellas uñas que jamás cortaban, y siempre llevaban dobladas y muy largas, se hubieran quebrado en la lucha con los de Amarilis.
Tampoco soportaban el ardor en las verrugas que fueran salpicadas con ají y continuaban hinchándose vomitando un agua verdosa.
Al tiempo que algunas brujas socorrían a sus colegas, Berta, Bruta y Bona tomaron prisionera a la señora Marimoña, la ataron a una silla y se mofaban con desparpajo de ella, retardando el comienzo de la tortura para que confesara donde estaba Zarial.
__ ¡Hablarás!__ gritó Bruta fuera de sí.
__ ¡Terapia de emergencia!__ Observó Berta.
Bona cerró los ojos y escupió una serpiente que acercó al rostro de Marimoña. La pobre mujer quiso saltar y salir con la silla a cuestas, de sus ojos escapaban lágrimas y más lágrimas. Bona se rió de verla tan asustada.
__ Dinos donde está Zarial o haremos que te clave estos dos hermosos colmillos… ¿los ves?... ¿Puedes verlos, querida?
La señora temblaba más y más, las brujas reían sin parar.
__ Está bien, __ dijo Bruta__, intentaremos con más serpientes.
Bruta no quiso ser menos y trató de escupir serpientes pero sucedió que en lugar de reptiles comenzó a asomar de su boca el pico de un pato. Bruta empezó a patalear y patalear. Estaba ahogándose.
_ ¡Quisiste imitar a Bona! ¡Mira lo que te sucede!
__ ¡Nunca Jamás debió ser bruja! Eres una vergüenza para nosotras.__Bona rezongó y le pidió a Berta que la dejara por su cuenta. Bruta tiraba y tiraba del pico del pato hasta que no pudo casi respirar, entonces Bona, estando Bruta en el piso, tiró con fuerza del animal y le arrojó lejos.
__A ver si aprendes ¡bruja tonta! a no dejarnos mal.__ De la boca de Bona colgaron serpientes que en un santiamén se alzaron y acercaron a Marimoña que no pudo más... Titubeando habló.
__ Fue al Reino de Hadas. P…Pe… Pero volverá con las llaves.
__ Ja ja, entonces la esperaremos.
Si no hubiese mencionado que Zarial estaba decidida a entregar las llaves que el ogro había exigido todo sería más terrible, era posible que las mismas brujas hubieran llegado hasta Reino de Hadas…
__ ¿Están allá las llaves?
La señora Marimoña de nuevo tembló.
__ No, sólo Zarial sabe dónde están. Fue a pedir ayuda para el viaje.
__ Ah, en caso contrario hubiéramos ido nosotras a buscarlas.
__ ¡Ay, hubiera sido muy divertido!__ Agregó Berta__ Acabar con esas tontas aladas con cara de idiotas. ¡Estúpidas princesitas aladas! Jijí, muy divertido, se los aseguro mis amigas.
__ ¿Y tú? ¿Cuándo vas a abrir la boca? ¡Como si solucionaras algo tapándola con las manos!__Bruta obedeció a Bona y quitó las huesudas manos de su boca.
Todas rieron y abandonaron el desván, la señora Marimoña fue amordazada y quedó con los ojos muy abiertos observando como se iban las brujas. No recordaba haber pasado un momento peor en toda su vida ni haber padecido cosas tan aterradoras como las que presenciaba Amarilis.