En País de los Sueños la señorita Zarial había probado un arsenal de compuestos y oraciones, mas no resultaban para despertar a los antiguos reyes de Amarilis. Estaba cansada. Se sentó a un costado de la pareja real, sobre unos troncos secos y se quedó mirándolos con emoción.
Por años les habían dado por muertos y habían escogido a su primogénita, Anaís, como su sucesora. Les recordó paseando en carruajes por las calles de adoquines de Amarilis, la gente ante su paso arrojaba flores desde los balcones, todos les amaban y jamás hubo otros reyes tan bondadosos e inteligentes como ellos.
El reino progresó mucho durante su gobierno, se organizó una manera eficaz de llevar el agua a todos los domicilios, se ordenaron las ciudades, se instalaron hospitales y centros de recreación para los niños, nunca más hubo pobres y mendigos en los zaguanes de la isla como los hubo cuando Amarilis se vio excedida en población ante los emigrantes de Trakoménsulas debido a la devastadora erupción del Arcano, se crearon leyes nuevas destinadas a mejorar la vida de todos y el orden.
Fueron ellos quienes firmaron un acuerdo con Vanity para regular los mecanismos de transmisión de poderes y así evitar ciertas incursiones que resultaron muy mal en el pasado, siguiendo los consejos de Cuarzo el Blanco para casos como esos, pues a pesar de que la población de Amarilis pasó por el Colador Mágico, nada aseguraba que de las siguientes generaciones no brotaran malas semillas.
¿Cuántos habían sido tentados por los poderes del mal para quedarse en la tierra y no regresar a Amarilis? Muchos… A causa de esto el reino fue puesto en peligro en reiteradas oportunidades.
Pues Amarilis, como Líbor, la Isla de Rayos y Truenos, el País de los Sueños y Reino de Hadas no debían aparecer en los mapas terrestres para preservar su existencia.
Mientras la señorita Zarial pensaba en ello reparó en una pequeña ave que se posó sobre el rostro de la reina al llegarle sus débiles cantos. Entonces, abandonó el tronco seco y se acercó en puntas de pie.
La avecilla se había colocado sobre el ramo de rosas amarillas que la reina llevaba en las manos, y de algún modo hacía que del cuerpo inerte de la reina escaparan viejas melodías, angelicales y hermosas, que alguna vez la señorita Zarial había oído de esos mismos labios cuando vivían.
La alcaldesa tropezó con unas raíces de crisantemos que continuaban creciendo y escapando a su perímetro, el ave sintió el ruido y voló.
¡Zarial ya tenía la idea! Debía extraer los cantos del corazón de la reina, para llegar a su alma y pedirle que abandonara el sueño.
Llamó a la morena sargento Takis y juntas fueron por las hadas encargadas de ejecutar música para el ejército en misión. Las hadas convocadas sólo traían en el carro de provisiones los instrumentos que tocaron antes de salir, como clarinetes, trombones, tambores y flautas. Se requerían otros instrumentos, así que entre todas buscaron algunos materiales en el lugar para confeccionar primitivamente los instrumentos que le gustaban a la reina para llamar a su alma.
Construyeron una delicada arpa y un piano, llamaron a ciertos pajarillos que andaban en el lugar y un grillo, pues a la reina Victoria le gustaban mucho sus cantos.
La señorita Zarial dio la orden de comienzo y procedió a llamar a la reina. Silencio real. La orquesta continuó. Las hadas se apostaron sobre las enredaderas que cubrían el techo del sitio donde dormían los reyes, el grillo estaba parado sobre el ramo de rosas, y los pájaros se colocaron entre los crisantemos y las manos del rey. Probaron con otra melodía. Otra… Y otra…
__ Tiene que ser una conocida…
¡Pero no había caso!... la reina continuaba sumergida en aquel sueño eterno, sin mover siquiera una pestaña.
__ ¡Lo tengo!, ¡la canción que el avecilla cantó! A ver si puedo recordarla…
La señorita Zarial hizo un esfuerzo, la verdad es que no podía recordar las notas del ave pero sí las palabras de la canción. Entonces toda la orquesta ensayó y ensayó hasta romper en gorjeos y acordes componiendo una exquisita melodía que se pareció muchísimo al canto del ave que arrancara canciones de la reina muerta.
De pronto Victoria comenzó a cantar y todos quedaron anonadados ante la belleza del canto. La alcaldesa comenzó a llamar al alma de La Bella y al cabo de unos instantes le volvió el color a las mejillas, las manos se estremecieron soltando el ramo de rosas amarillas, tal como si despertara una mañana cualquiera la reina se sentó, miró alrededor…
__ Zarial, ¡Oh, Zarial! ha sido horrible, ¿y mi pequeña Anaís? Anoche naufragamos en las costas de Líbor. Nuestro barco pareció dirigido por fuerzas invisibles, no pudimos evitarlo. ¿Y la tripulación? Oh, estoy hablando demasiado fuerte, el rey duerme aún. ¿Cómo está mi hija?
__ Está muy bien. Pero… ¡Háblale, Majestad, háblale a Máximo, por favor!
__ ¿Por qué, cuál es la prisa? Oh, mi vestido…
__ ¡Háblale, por favor!
__ Está bien. Querido… querido despiértate…
El rey refunfuñó y pareció pegar un ronquido, con pereza se incorporó y tal cual despertara de una cruel pesadilla se sorprendió ante el entorno.
__ ¿Qué sucede? ¡Zarial, viniste a rescatarnos! ¿Qué sería de Amarilis sin ti?
La señorita Zarial les aclaró qué sucedía y en unos minutos les puso al tanto de cuánto sucedía en la realidad.
Lo increíble era que la reina Victoria recordó perfectamente el momento en que el Hada Madrina Avellana había sido enviada al País de los Sueños, eso era muy importante para la señorita Zarial. La alcaldesa pensó en cómo despertarlos por el ave, pero de haber sabido cuál era el último recuerdo de la reina, tal vez hubiera probado con éxito desde el principio.
El último recuerdo de Victoria fue una llamativa ave, como no había visto en Amarilis, que de rama en rama se le acercó poniéndole música a una de sus canciones preferidas. Con el canto se fue su alma y al llamar a su esposo lo llevó con ella, aquí estaba la trampa del encantamiento.
Los reyes acompañaron a Zarial a recorrer los lechos durmientes y Victoria trató de recordar los últimos momentos en que vio despierta al hada Avellana, podía evocar perfectamente el desmayo de Vanity como si el tiempo no hubiese transcurrido, a Azabache el Negro envuelto en su capa oscura, sus barbas cubriéndole el abdomen, yendo directamente hacia la prisión y a Cuarzo, muy débil, convirtiéndose en un pequeñísimo farol que se alejaba en dirección a la luna. Pero Avellana… Avellana…
__ Antes de irte, ¡devuélveme mi anillo!__ había gritado Avellana mientras sus fuerzas menguaban y se recostaba en el tronco de un gigantesco abedul.
Victoria recordó como el hechicero Negro tomaba distancia, bajo custodia y le gritó “¡tómalo! no es genuino”, y se lo tiró, el anillo dio vueltas y más vueltas, y los últimos esfuerzos de Avellana fueron para obtenerlo, quería alcanzarlo pero una fuerza extraña la mantuvo paralizada, el Hada Madrina pidió a su varita mágica un último favor y este fue tener el anillo. Se lo colocó en los dedos y se durmió. Y ya nunca despertó.
__ Entregamos el cuerpo a Vanity y ella dijo que la enviaría a un lugar donde nadie podría molestarla, porque era la única Hada Madrina del reino, y que tal vez podría despertarse cuando Cuarzo el Blanco regresara a la tierra. Pasadas las ceremonias reales de despedida supe que Vanity no se conformaba y todos los días suplicaba a los Poderes Luminosos que sobre los cielos de Ciudad de Fresa apareciera nuevamente Avellana. Todo inútil.
__ Así es. –Respondió Zarial__ Vanity tiene su varita mágica, pero no sirve de nada sin su dueña y aún Avellana no preparaba lo suficiente al hada que la sucedería. Y sólo ella podía iniciarla con su sabiduría.
***
En Ciudad de Fresa, Vanity ya no resistía el carecer de noticias sobre el País de los Sueños, estaba a dispuesta a partir de inmediato para ofrecer su ayuda.
Si bien enviara a Avellana desconocía el sitio exacto, pues las parcelas en el País de los Sueños se redistribuyeron mágicamente desde que también fueron a dar allí aquellos enviados por hechizos de siniestros hechiceros, además, duendes ladrones de joyas y trajes reales asechaban en las cercanías, por tanto Cuarzo mantuvo en secreto hasta para la Reina de las Hadas el lugar donde el Hada Madrina descansaba.
Vanity llamó a la guardia real, comunicó su viaje y pidió su transporte. En un primer momento pensó en desobedecer las reglas y salir por su cuenta, empujada por el motor de sus propias alas, luego reflexionó y comprendió que así como los humanos tienen piernas y se cansan de caminar, ella no llegaría sana y salva al País de los Sueños, seguramente sus alas se acalambrarían mucho antes de la meta.
__ Pero, usted, Majestad, no puede salir del reino, es imprescindible que no le suceda nada.
__ ¡Que Majestad ni ocho cuartos! Iré yo misma a ver qué sucede. No es posible que tarden tanto. Es difícil pero… ¡Cielos! ¡Partió un ejército competente!
__ Está bien. –El hada silbó y vino un unicornio al galope.
__ Discúlpame Gregory__ le dijo al animal__ esta vez necesito algo más rápido. ¡Quiero a Manchas!
Gregory movió la cabeza sin mayor importancia, agradeciendo el desprecio, y regresó al Estanque Real de Nenúfares.
La guardia miró a Vanity. ¿Manchas? ¿Quién iría a buscarla?
__ ¡Tienes miedo! ¡No puedo creerlo! Iré yo.
La reina se dirigió a la parte trasera de las instalaciones del palacio, se internó en el escenario selvático que ornaban los jardines y llamó a Manchas. La chita vino lentamente. Vanity le dictó el camino y subió sobre ella. Manchas avanzó a toda velocidad y rápidamente alcanzó los confines del Reino de Hadas. En ese instante Vanity elevó las manos y dibujó un globo estelar, el mismo se corporizó sobre Manchas. Dentro de él se ubicó Vanity.
__ Marcha a tu ritmo, no lo olvides.__ Aclaró la reina para que el felino no cesara en su andar dejando en el viento la responsabilidad y atravesó un cielo tormentoso dividido en varias franjas oscuras de diversas tonalidades.
En los umbrales de País de los Sueños supuso lo que había sucedido al encontrar a los duendes y los insectos petrificados en medio del helado páramo.
__ ¡Ah, Zarial, tú y tu devoción por la nieve!__ Murmuró y sonrió. __ ¡Y tú, Cauchemar, cuánto tiempo sin verte! Otro día me quedaré a ver si tienes cosquillas, no te preocupes, es una vieja curiosidad…
El globo desapareció en un abrir y cerrar de alas y Vanity continuó en el lomo de Manchas que dos por tres soldaba hondos rugidos a los gorjeos imperantes del lugar.
Manchas se dedicó a buscar en el País de los Sueños a las compañías que partieran de Ciudad de Fresa, olfateaba por todos los sitios mientras Vanity se mostraba asombrada por cuánto veía.
__ ¡Este sitio es bellísimo, Manchas! ¡Para estar despierto! Era tan pequeña la última vez que estuve aquí.
Tanto olfateó el felino hasta que dio con Zarial, Takis y las soldados. ¡Y los reyes de Amarilis!
La sorpresa de Vanity no tenía límites. Se abrazó de la reina, alabó su hermosura intacta y le quitó el polvo a la corona pegando un gran soplido. Bromeó con Máximo unos instantes como acostumbraba hacerlo en sus viajes de visita protocolar a Amarilis, le tiró de los largos bigotes y criticó su prominente barriga.
__ Aún dormido continuaste engordando, Máximo. Contigo Raquel se volvería loca.
__ Vanity, ya tendrás tiempo de hacer bromas. También tú deberías… madurar.__ Rezongó la alcaldesa.
Vanity abandonó la algarabía y quiso saberlo todo sobre el despertar de los reyes y la sargento quiso ponerla al tanto sintetizando la situación.
__ No, no, explícame tú. __ Dijo mirando a Zarial.__Lo siento, sargento Takis, pero a veces utiliza un lenguaje demasiado técnico.
__ Soy una soldado, señora.__Respondió severamente el hada de cabello y piel oscura.
__ Sí, pero… ¿puede comprenderlo?
__ ¡Sí, Señora!__ dijo la sargento, hizo la venia y se retiró con el resto del escuadrón a proseguir el trabajo.
La señorita Zarial explicó lo sucedido y agregó que creía saber cómo podrían despertar a Avellana si encontraban su cuerpo.
__ ¡Lo haremos!__ exclamó Vanity. –Traigo algo que le pertenecía. Te toca a ti, Manchas, ahora.
De entre sus ropajes extrajo la varita mágica y la colocó en el hocico del felino que se perdió rápidamente entre los enjambres de plantas y flores.
Transcurridas algunas horas los rugidos de Manchas en Montañas de Algodón se esparcieron por País de los Sueños. El ejército se trasladó al lugar con los reyes, Zarial y Vanity al frente. La sargento Takis ordenó la excavación y las diferentes compañías, incluyendo la realeza y Zarial se dedicaron a la tarea. Manchas no se movía y rugía sin cesar mientras clavaba sus garras en un punto exacto del terreno.