Cuando hubieron navegado una distancia considerable Renzo, en el puesto del vigía, divisó el estandarte de Amarilis enarbolado en la driza del Alas de Plata.
Hicieron señales y la de Amarilis se acercó con cuidado.
Los chicos de Amarilis se lanzaron al Alas de Plata y se sorprendieron muchísimo cuando entre la tripulación reconocieron ¡al hada madrina Avellana!
Ella, temblorosa de la emoción, retiró los largos cabellos blancos hacia la espalda y les abrazó abarcándolos con los delicados brazos. Los azabaches ojos se empañaron pero la alcaldesa le dirigió una fuerte mirada no fuera cosa que se pusiera a dramatizar. Aún no se calmaba el enojo por la travesura de la princesa que tanto estaba costándoles y que de no haber sido por el reencuentro con los antiguos reyes y Avellana jamás hubiese perdonado y antes de encontrar a Anaís ya hubiera dictado un buen castigo como escarmiento.
En cuanto a los reyes de Amarilis no hablaron una palabra, querían darle la sorpresa a Anaís en el mismo reino.
Claro que Zarial no dejó pasar la oportunidad y retó duramente a Anaís, aunque Avellana intercedió para que Zarial se tranquilizara.
La alcaldesa le habló de su irresponsabilidad para con su pueblo, las hadas y la existencia del bien y la justicia. Anaís se mantuvo firme ante los rezongos pero algunas lágrimas resbalaron por su rostro. Esto embargó de tristeza a Avellana que odiaba ver llorar, cuanto más si se trataba de una niña, por lo que a hurtadillas, arrancó un lunar de sus alas y secó un par de lágrimas.
__ ¿Tú eres Triquilín?__ preguntó la señorita Zarial al duende.
__ Sí, yo soy.
__Eres un Buen Duende. No sabía que quedaban por allá de tu especie.
__Es una historia larga de contar.
__ ¡Nosotros se la contaremos, señorita Zarial!__gritó Franco.
__En otra oportunidad, Franco. Triquilín, tenemos mucho que agradecerte en Amarilis. Y dinos, ¿sabes dónde dejaste un frasco que la señora Marimoña puso a tu cuidado?
__ ¡Oh, sí! Acá lo tengo.__ El duende desató las alforjas que cargaba a su espalda y comenzó a vaciarlas, las hadas se tentaron de risa al observar la montaña de cosas que tenía escondidas, hasta que por fin apareció el frasco.
Tractor, transformado en caracol, observaba perplejo, pegado al vidrio, a Avellana, ¡el Hada Madrina había regresado y se la veía muy bien!
__ ¡Dámelo!__ ordenó Avellana.
__ ¡Tractor, mira en lo que te has convertido!__ dijo Zarial y el pobre caracol bajó las dos antenitas.__Al menos promete que si te sacamos de esta no volverás a fumar ese horrible tabaco. ¡Muy bien que has pasado allí sin fumar!
El caracol solamente movió el par de cuernos y la alcaldesa sonrió.
__Tomaré tu movimiento como un sí.
__ ¡Te libraremos de esta!__ Juró el Hada Madrina__ ¡Sea!__ ordenó y elevó su varita mágica. El cristal se hizo añicos y el robusto Tractor apareció ante sus ojos.
Luego se postró en señal de reverencia a los pies de Avellana, que con suma delicadeza extendió la pálida mano, tocó el cabello al gigantón y sonrió.
__ No hagas esto, no me gusta la gente de rodillas.
__ Avellana, benditos y grandiosos los ojos que te ven entre nosotros.
__ ¿Cómo era ahí adentro, grandote?__ preguntó Triquilín e hizo unos gestos cómicos que abandonó ante la mirada de Anaís y Renzo, percibió que la presencia de Zarial requería de gran respeto, aún en los gestos cotidianos.
A fin de cuentas, él era un travieso duende saltarín, que no le pidiesen mucho protocolo porque no lo conocía y siempre lo quebraría, hasta sin desearlo. Estaba en su naturaleza.
__ Me sacudiste mucho, llegué a creer que acabaría hecho puré.__ Afirmó Tractor, ante la respuesta, todos rieron sin estruendo.
__ ¡Bueno, de regreso a Amarilis, entonces, bienvenido capitán Tractor! ¡Hazte cargo de tus tareas!
__ ¿Y el otro barco?__ preguntó ansioso uno de los niños.
__ ¡Déjenlo a la deriva! Es un museo de peligros.
El Colmillos de Cobra intuyó que a nadie le interesaba su destino y comenzó a vagar por Siempre Jamás, desapareció a la vista de todos como si entidades invisibles le hubiesen tendido amarras y tiraran de ellas hacia rutas misteriosas donde los mortales ya no le alcanzarían.
Triquilín recordó que debía regresar a Líbor a buscar algunas cosas, todo había sucedido con ligereza. Acompañó los chicos al Colmillos de Cobra, abordó con ellos el Alas de Plata y olvidó sus pertenencias en Líbor.
__Hay cosas que han estado siempre con nosotros y no deberíamos dejarlas relegadas en cualquier sitio como si no valiesen nada. Sobre todo aquellas que pertenecieron a nuestros seres queridos. –Franco pensó que esta fue la ocasión en que Triquilín habló con más seriedad y sin una sonrisa.
El duendecillo no podía abandonar su gruta en un abrir y cerrar de ojos. En Líbor estaban esperándole Piqui, Tiqui y Riqui y no pretendía desampararlos, habían sido sus amigos y confesores por años, los compañeros de todas sus alegrías y tristezas. Y, seguramente, les encantaría viajar con él a Amarilis.
En cuanto a sus objetos materiales, su guitarra le era imprescindible como el mismo aire, con ella su mamá entonaba hermosísimas tonadas y los juglares amigos de su papá improvisaban versos nuevos cada noche de luna llena. No era una cuestión menor. Así que silbó llamando a Úrsulo y montado sobre el caballo de mar llegó nuevamente a la isla de las penumbras, Líbor.
Y, llegado a las costas del reino de Pantapúas, observó y oyó todo de modo especial, como los seres que saben que no retornarán jamás a un lugar, una sensación extraña le embargaba y llenaba de angustia a pesar de que su nuevo destino era el que buscaba desde hacía tantos y tantos saltos. Ya retornaría a Amarilis y para siempre… Detrás del Alas de Plata.
Sin embargo, el Alas de Plata debería cambiar el rumbo… Pero de esto se enteraría Triquilín mucho después.
La tripulación de Amarilis, lista para reanudar el viaje, advirtió una pequeña esfera de luz que se dirigía a gran velocidad hacia ellos.
Esta luz provenía de un círculo de luciérnagas que apagó su luz, venían iluminando el camino a… ¡Vanity!
__ ¿Qué haces aquí?__ preguntó la señorita Zarial.
__ Es que… ha sucedido algo terrible. No sé como explicarlo.
__ ¿Qué sucedió?__ Zarial estaba preocupándose.
__ Pues…
__ ¡Las llaves! No me digas que sucedió algo con las llaves.
__ ¡Sí! Ustedes saben que duermo con facilidad… Aunque me desperté al oír el ruido de una siniestra carcajada…
__ ¿Qué sucedió, Vanity? ¡No te vayas por las ramas!
__ Es que… las brujas retornaron a Líbor, pero su fiel pajarraco Cuervo estaba en Amarilis. En un descuido vino y recogió las llaves…
__ Seguramente, estaría oyéndolo todo. ¡Oh, no, qué horror!
__ ¿Qué haremos ahora?__ preguntó Vanity.
Los chicos guardaron silencio. Tractor quedó estupefacto y Avellana sabía que Cuervo era un terrible animal que obedecía todas las órdenes, y que sabía esperar para cumplirlas, como quedaba demostrado.
__ ¡Ese asqueroso Cuervo! ¿Dónde habrá ido con las llaves?
__ A Líbor.__ Supuso Zarial.
__ No lo creo.__ Avellana no lo creía en realidad.__ Ese animal ha sido entrenado para cumplir misiones que fallan, él sabe que las brujas no están en condiciones y también que Pantapúas ha sido apresado. ¿No les parece, amigas? El cuervo está yendo directamente hacia la Isla de Rayos y Truenos.
Un silencio sobrecogedor les tomó de rehenes por unos minutos. ¡La Isla de Rayos y Truenos!
Allí habían dormido a Avellana, y los Poderes Oscuros pernoctaban en Azabache… escapar con vida sería difícil, y el Alas de Plata no venía preparado para un viaje de esas dimensiones.
__ Tendríamos que ir a Amarilis a cargar lo necesario.
__ ¡Jamás!__ se quejó Avellana__ la pérdida de tiempo sería fatal, en lugar de llegar a la Isla de Rayos y Truenos, el mago Negro llegaría antes a nuestra casa. ¡De ningún modo! ¡Ordena al capitán Tractor el nuevo rumbo!
Tractor escuchó, podía regresar a Amarilis con los ojos cerrados, acercarse a Líbor también con los ojos cerrados, ¡pero Rayos y Truenos!, para ese destino había que tomar ciertas precauciones.
__ ¡Ni ballestinas ni clepsidras! ¡Dadme un buen vigía! El resto lo hará mi viejo instrumento si continúa en el Alas de Plata…
__ ¡Ese viejo catalejo! Sí, está encima del viejo arcón… Ve… Nuestra excursión ha sido un poco apresurada. No traemos la tripulación necesaria.
__Puedo ayudarle, señor.
__ ¿Y tú quién eres?
__Lisandro, conozco de barcos, terminé de criarme en una cubierta. Puedo subir allí y nadie será mejor que yo.
__ ¡Así se habla! Ven, y te diré qué buscamos.
Tractor ajustó el paño colorado que llevaba en la cabeza y fue donde la alcaldesa le indicara.
Las hadas y Zarial se separaron a debatir a uno de los camarotes, los niños fueron obligados a mantenerse en otro para que no escuchasen y sacasen conclusiones antes de tiempo.
Temblaban de miedo, las historias sobre aquella isla sombría y misteriosa habían crecido con ellos como las hierbas en las praderas de Amarilis.
En más de una ocasión despertaron envueltos en sudor a causa de las pesadillas que despertaba el nombre mencionado por los grandes antes de ir a la cama.
¡La isla de Rayos y Truenos! El lugar de los malignos, de todos los seres confinados por los poderes de la luz al infierno oscuro y abismal.
La princesa Anaís no dejaba de sentirse culpable y comenzó a llorar desconsoladamente. Renzo trató de calmarla pero fue imposible al punto que la princesa se desvaneció.
Fueron por Zarial y ésta vino con un pequeño botiquín de emergencias, tomó un algodón embebido en agua de azahares y rozó la delicada nariz de Anaís, una y otra vez, hasta que la princesa despertó.
__ Está bien, __ le dijo__ deja de sentirte culpable, basta con arrepentirse, basta con darnos cuenta cuando asumimos nuestros errores. Y tú lo has hecho. Anaís, si estamos en lo justo para el bien de todos, triunfaremos, de todos modos iba a pasar seguramente, porque el destino trasciende todos los sortilegios. ¿Está entendido? Sonríe, Anaís, que si salimos de esta te aguarda un nuevo futuro.
Anaís sonrió y los chicos se alegraron de que al fin de cuentas el desmayo de Anaís no fuera nada.
La señorita Zarial abandonó la habitación arrastrando por el suelo su capa azul de terciopelo que contrastaba con el pálido vestido.